Tiramisú


Hay mil historias ahí fuera, es el lema del festival de cortos Alcine donde me he escapado este fin de semana para presentar "Dirty Martini". Hay miles, como la del homeless que en el intermedio del espectáculo flamenco al que fui el viernes repetía a martillo Me da un cigarrillo señor?, me da un cigarrillo señor?, me da un cigarrillo señor?... hasta que se lo dabas y en el siguiente intermedio volvía a aparecer con su me da un cigarrillo señor?, me da un... le corto ya te he dado uno hace nada y él cambia de cinta y sigue a lo suyo tiene un euro?, tiene un euro?, tiene un euro?... O la historia del bar La Venencia donde nunca ponen música y en la esquina de la carta de sólo tapas y vinos finos dice No se aceptarán propinas. O la del seleccionador/rastreador de cortos del festival de Oberhausen que trató sin mucho éxito de aprender a columpiarse de noche en Alcalá a sus 50 y pico añitos. Cada uno a lo suyo.

Pero resulta que lo que más me retumba al final de la escapada a Madrid es el recuerdo del hotel La Dolce Vita en Chueca y Angélica Liddell en el escenario con su "La casa de la fuerza", en el Teatro Matadero. Hay que verlo, aunque dure cinco horas y media. En la obra cuenta el día en que desde Venecia envío un inocente pero desesperado mensaje por móvil al hombre al que amaba y al que había perdido y sufrido que decía Tiramisú en italiano quiere decir Levántame, y a partir de ahí todo fue rumbo a peor. Pero de lo peor. No voy a decir más, hay que ver a Liddel en carne viva y bien cruda. Tiramisú.

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