Martin Parr, Guerin y los olvidados del documental

En los márgenes del cine hay muchas batallas por librar, mucha tela que cortar, mucho convenio, muchas bases y líneas de subvenciones que mejorar, muchos sectores y diversidad que proteger. Lo que no me esperaba es que a estas alturas me haya pasado lo que me ha pasado al solicitar una ayuda para un cortometraje documental. Sorpresa y decepción a partes iguales que desde las asociaciones de productores de las que soy parte, trataré de pelear y mejorar.

 

Recuerdo que José Luis Guerin, uno de los últimos mohicanos del cine documental en España, en un coloquio en torno a su estimulante “Historias el buen valle” en el último Zinemaldi de Donosti, afirmaba que le deprime cuando aún hoy en día hay gente que le pregunta que si lo que ha hecho es una película o un documental…

 

 

 

Yo trato de no deprimirme con este asunto, pero me irrita constatar que mis alumnos de comunicación audiovisual también marginan al documental, supongo y espero que por puro desconocimiento, cuando solo consideran un cortometraje a un corto de ficción, porque si es documental es documental y no un cortometraje… What the fuck!

 

Quizás el documental tenga mala fama porque se relaciona muchas veces con los soporíferos reportajes de naturaleza de sobremesa de la 2 (ideales para la siesta, eso sí), o con los reportajes televisivos cargados de entrevistas y bustos parlantes… Pero sospecho que como es habitual en la mayor parte de asuntos de la vida, tiene mucho que ver con el dinero que se mueve alrededor. El cine documental no genera taquillazos, ni alfombras rojas, ni beneficios de escándalo. No hay glamour. Los cineastas, productores, montadores y demás fauna que nos dedicamos al cine documental somos los olvidados de la industria del cine. Los últimos mohicanos.

 

Y me explico. Este año presenté un proyecto en forma de cortometraje documental a las ayudas de producción de cortometrajes del Gobierno Vasco. Salió finalmente la resolución y no me concedieron la ayuda por unas décimas de puntuación… Pedí la puntuación, no vaya a ser que no me hubieran concedido por error algún punto objetivo (director vasco, rodaje en Euskadi… es decir, cuestiones incuestionables que no decide o valora el comité de valoración)… Diantre!!! Descubro tras hacer una consulta que no me han dado un punto muy discutible, el referente a actores vascos. Resulta que no consideran actor profesional a un “no actor” cuando participa en un documental…

 

Esto abre muchas discusiones y un sinfín de preguntas… ¿qué es un actor profesional? ¿Un actor que vive exclusivamente de su trabajo como actor? ¿Cuántos hay en Euskadi? ¿Si das de alta a un no actor para participar en un documental no se convierte ipso facto un actor profesional??? ¿O si aún no dándole de alta le pagas por su trabajo? Porque aunque estés rodando un documental vas a estar pidiéndole que repita tomas y que diga y que haga cosas como a un actor y vas a estar siguiéndole con la cámara durante días, semanas o meses…

 

Y mientras yo estaba descubriendo esta injusticia respecto al cine documental y los no actores profesionales, se me aparece una fascinante historia real (¿documental?) en un obituario firmado por Leila Méndez en la que cuenta una anécdota que vivió junto al recientemente fallecido genio de la fotografía Martin Parr, que me viene como anillo al dedo para ilustrar todas estas desventuras. El texto en cuestión llevaba por título “El día que Martin Parr me retrató para un anuncio de chocolates y me regaló una lección de fotografía”.

 

Resumiendo: la joven estaba de vacaciones en Londres con su novio y se les acercó por la calle un equipo creativo que buscaba “gente de verdad” para un anuncio de chocolates Cadbury. El director de la campaña era el mismísimo Martin Parr y decidió buscar la frescura en gente no profesional ya que la pareja de actores profesionales propuestos por la agencia no funcionaba. Dicho y hecho, la pareja quedó inmortalizada en la siguiente imagen junto a una tableta de chocolate derritiéndose (el chocolate y los novios) al sol más British de Martin Parr.

 

 

Valga esta anécdota como prueba irrefutable de lo que da de sí un no actor… Y de justicia poética ante el hecho de que me haya quedado sin una ayuda pública porque no consideran que un no actor deba merecer un punto en la valoración de las subvenciones…

 

Colegas del medio me animaban a poner una demanda porque es injusto que el documental pelee por una subvención con la todopoderosa ficción, con la significativa desventaja de ese punto atribuido a actores que nunca podrá obtener un documental… El dichoso punto que me ha hecho estar fuera de la lista este año. No he puesto ninguna demanda, pero de alguna manera han reconocido el error, la dejadez, y me han asegurado que el año que viene lo tratarán de arreglar en las bases de las subvenciones…

 

En fin. Nadie es perfecto. Hay que seguir peleando, como los mohicanos.

 

 

 

 

 

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